mayo 25, 2017

Con el retorno de DAVID LYNCH 25 años después con la serie "Twin Peaks" comparto nota 2007

ADN cultura: La columna de Fito Páez de este sábado.


Pequeñas Barbaridades
El mundo alucinado de David Lynch

Con la llegada de Imperio, su última película, el director de Terciopelo azul vuelve a exhibir ese deslumbrante catálogo de recursos que no solo lo transforma en el cineasta más extraño de Hollywood, sino también en el último romántico del cine
Sábado 15 de setiembre de 2007

Por Fito Páez

I nland Empire , el nuevo film de David Lynch, que se estrena aquí con el título de Imperio , es una muestra más de la estatura artística del realizador. Gran parte de su filmografía ha estado marcada por la idea del extrañamiento ante el mundo y, contrariamente a otro tipo de artistas, Lynch es de aquellos a los que el mundo no les genera enojo. Pareciera interesarse más por el absurdo y lo siniestro (como si se tratara de elementos que por naturaleza se confabulan contra el sentido común) que por intentar transformar lo intransformable: vieja rencilla estética.

Un humor desafinado y los misterios que rodean a sus criaturas copan la escena y deslumbran por el marcado erotismo que los envuelve. Borgeano por lo laberíntico, Lynch logra que nada termine siendo como debería, aunque en su caso no se trata de un recurso posmoderno. Las cosas en Lynch cierran, pero no en un sentido clásico, hitchcockiano ; cierran sensorialmente, a la medida del deseo de cada espectador. En su cine revive la provocación a la inteligencia del espectador, a su capacidad de juego, de inventiva. Entonces, sin llegar a la idea de "interactivo", su cine se va transformando y se ubica en las antípodas del cine más convencional, deviene arma, peligrosa y divertida a la vez, que desconcierta pero también deja caer algunas pistas. Es un cine de la sensualidad.

De todas formas, esto no lo transforma en un freak de la industria, porque Lynch es además un artista de gran precisión, que no tuvo problemas para abordar historias menos enrevesadas como Una historia sencilla o El hombre elefante , filmes de narrativas más lineales. En su arte siempre hay una placidez que precisa ser vejada; esta es la materia lyncheana , pero a la vez surge el humor como un tercer espacio, muchas veces velado, que alumbra otra superficie sensorial. Y surge el desconcierto, casi como una flor, de a poco. Así, la oreja que despierta la investigación en Terciopelo azul es la piedra fundacional sobre la que descansará la historia. O la supuesta vida sosegada en Twin Peaks no será más que el paño sobre el que se revelarán todos los horrores de la vida pueblerina. El accidente de Mulholland Drive nos conducirá casi a ciegas en un film sobre la esquizofrenia, así como la locura y el paisaje victoriano son la tela de fondo para revelar la miseria humana en El hombre elefante .

Como gran parte de los grandes directores, Lynch ha sabido elaborar una sociedad única con un músico capaz de expandir y/o traducir su imaginario personal a partituras. Es el caso de Angelo Badalamenti, artista superior en las lides cinematográficas, creador de formas únicas como los motivos de Twin Peaks , que generan tensión con solo escuchar las dos primeras notas de la guitarra Rickenbacker octavada sobre las cuerdas sintetizadas, o la originalísima partitura de Inland Empire , en la cual se mezclan elementos de todo tipo, géneros musicales con instrumentaciones insólitas, voces y texturas dodecafónicas, máquinas de ritmo y teclados de última generación con melodías de gran lirismo.

Todo sucede, claro, bajo la tutela alucinada de ese David Lynch al que un buen amigo supo definir con precisión, diciéndome: "¡Ah! Pero ese es el hombre que se convirtió en pájaro...". El director inventó una nueva forma del suspense en la que el solo hecho de ver a un personaje yendo hacia una puerta ya genera miedo. Así, ese personaje en la cafetería que en Mulholland Drive descubre al monstruolinyera nos deja con el corazón en la mano. Y eso es porque Lynch es un artista del inconsciente y la interpretación queda siempre puesta en duda: todos los elementos con los que se expresa se vuelven paradójicos en sus manos, y allí también anida la fuerza de su arte.

Finalmente, es un director capaz de desplegar en toda su excelencia el significado de la modernidad a través de una búsqueda expresiva permanentemente ligada a cuestiones técnicas del lenguaje cinematográfico, mezcladas a su vez con el conocimiento de las estructuras de los relatos y un íntimo respeto por las leyes de su corazón. Porque David Lynch encarna al artista romántico en su máxima expresión. Me parece algo tan hermoso que se me hace difícil de explicar. Siempre las moralejas son odiosas, pero en medio del mundo de la mercadotecnia cinematográfica y jugando con (casi) todo en contra, todavía hoy siguen dando pelea. Entonces, a esas moralejas, que siempre son morales, nuestros amados artistas las hacen desaparecer para transformarlas en poesía, una palabra siempre esquiva, pero más viva que nunca en las películas de David Lynch. Y así reaparece la belleza, misteriosa, milenaria, posiblemente mortal.