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Fito en estado de gracia
El músico argentino regresó a La Habana con su banda para cerrar en el Karl Marx la gira por los 30 años del disco Giros
Autor: Michel Hernández | michel@granma.cu
Fito Páez no puede abandonar el escenario. Las gotas de sudor le bajan por el rostro como un torrente, los músculos se le tensionan como si fuera un corredor de fondo en la punta de la meta, los ojos miran al cielo, al público, a la distancia, como pidiendo un momento para no desfallecer. Pero Fito, por alguna extraña razón, no abandona el teatro. No se repliega. Por el contrario, como si tuviera algún contrato con una fuerza de otro mundo, despliega en los finales una cantidad bestial de energía, remata velozmente los metros que lo separan del público y declara, de una vez, el motivo que lo mantiene vivo sobre el escenario casi tres horas después de haberse hecho dueño de la noche. “Cuba es mi segunda casa y le agradezco a la Isla y a Pablo Milanés que me hayan acogido, que me hayan salvado en un momento muy malo de mi vida”, repite con la voz, con las manos, con cada parte de su cuerpo, para no dejar dudas de las razones que lo trajeron de regreso a un país que, para Fito, es un refugio espiritual.
El músico argentino regresó a La Habana con su banda para cerrar en el Karl Marx la gira por los 30 años del disco Giros. Un disco que nos ha permitido sobrevivir a la soledad, a las realidades espirituales más desganadas y que nos recuerda que la felicidad nace desde abajo, desde los círculos íntimos, desde la potente vibración de canciones que nos remiten a un tiempo en que éramos unos adolescentes salvajes en busca, por cualquier vía, de la libertad y la trascendencia espiritual. En efecto, Giros hace muchos años dejó de ser un disco para convertirse en un talismán tutelar, en una especie de paraíso salvaje, libre y ruidoso al que hay que regresar como se regresa a una madre.
Fito lo sabe. Lo sabe porque él mismo lanzó este disco para sobrevivir y no morir por dentro. Tenía 22 años y era parte de un ejército loco, como dirían los Sui Géneris, que se marchó de la casa para hacer rock and roll, porque era la manera de hacer volar por los aires la bestia negra del conservadurismo y pintar de un nuevo color una sociedad que solo cuatro años antes de la publicación del albúm, había salido de la noche de la dictadura de Rafael Videla.
El disco también inició su relación con Cuba cuando lo presentó en el festival de Varadero en 1987. De ahí en adelante se hizo habitual en los escenarios cubanos y sus canciones, a medida que pasaba el tiempo, pasaron de generación en generación.
Las canciones de Giros van llegando una tras otra. El público canta cada tema con una sensación de comunión, de pertenencia, que el rosarino agradece entregándose a fondo, tocando la guitarra, el piano y apelando a la maquinaria infalible de la banda que lo acompaña. El músico prometió un concierto espectacular y, a medida que pasaba la noche, el público tomó conciencia de que iba en serio, de que Fito se estaba convirtiendo en una fuerza tremenda que obligaría a entender hasta el menos versado en la materia lo que significa el verdadero rock argentino, lo que significa la mejor celebración del rock cuando se hace sin artificios, cuando representa a una cultura y a un músico que pasó por todo y logró permanecer en el tiempo.
Giros suena impecable. Como si se acabara de grabar. Fito es un torbellino de energía sobre el escenario. Parece que Charly García le habla al oído o Spinetta desde el cielo rockero le dicta las proclamas esenciales del rock and roll. Suenan los clásicos y Fito ya no es Fito. O mejor dicho, se transforma en el chico de 22 años que se había prendido fuego en la cabeza para revolucionar la escena musical argentina mientras reñía con la angustia y la soledad en una pelea a muerte. Suenan Giros, Taquicardia, Cable a tierra, 11 y 6 y resulta evidente que a sus seguidores se le agolpan en el pecho una gran cantidad de emociones, vivencias y anécdotas, que quizá pensaban que habían muerto en el olvido. Pero no. Ahí estaba Fito para recordarnos que sigue siendo difícil estar vivo pero no queda otra que pasar la prueba. Algunos recuerdan cuando lo vieron por primera vez; otros, más jóvenes, simplemente repiten los temas sabiendo que ayudan a recuperar algunas de las cosas que hemos ido perdiendo por el camino.
Pablo Milanés escucha desde la tranquilidad de una esquina del escenario las frases de cariño y respeto que le muestra Fito. Lo hace hasta que su amigo de los años lo invita al centro para compartir Yo vengo a ofrecer mi corazón. Pablo, con su voz impecable, lo acompaña evidenciando que ese es uno de los momentos grandes de la noche. El argentino también llama a otros músicos cubanos a los que les dedica profusos elogios. Canta con Carlos Varela Parte del aire, Diana Fuentes lo secunda en el Amor después del amory presenta a José Luis Cortés como un genio antes de invitarlo a tocar la flauta en Un vestido y un amor. Fito no solo interpretó los temas de su segundo álbum. Con el potente sonido de su banda detrás, que no se escuchaba en vivo en Cuba hace más de 20 años, incluyó otros himnos que retumbaron con la misma fuerza del primer día.
Mariposa tecknicolor, Tumbas de la gloria, Naturaleza sangre, Ciudad de pobres corazones, fueron otros de los momentos de emotividad absoluta del encuentro entre un músico que agradecía al auditorio sin artificios y un público que calmó la sed de volver a escuchar estas canciones que lo han acompañado durante tanto tiempo. Canciones que también recordaron su pertenencia a los movimientos culturales más trascendentes de Argentina cuando Fito lanzó a todo volumen la histórica frase de “Latinoamérica unida jamás será vencida”, sabiendo que ese grito nació también desde abajo, desde la calle, desde el desgarramiento de cientos de personas y músicos que sabían, como el Fito de 22 años, que el rock and roll puede cambiar la vida. Una certeza que todavía hoy suena como una gran sentencia de ley, sobre todo cuando la defiende sobre el escenario un músico que después de 30 años sigue girando en estado de gracia.
posted by ciudadfitopaez at 11:32 p.m.
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